A
30 AÑOS
DEL ASESINATO
DE JUAN JOSÉ
TORRES, UN GENERAL
OLVIDADO
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Carlos Castillos y Laura
Barros (dpa)
Buenos
Aires/La Paz, 31 may
(dpa) - Cuentan algunos
memoriosos que en su
exilio en Argentina,
el ex presidente boliviano
Juan José Torres
solía visitar
barrios humildes de
Buenos Aires para conversar
con sus compatriotas
emigrados y disfrutar
de los platos típicos
de su tierra.
Sin
embargo, a 30 años
de su asesinato en la
capital argentina, a
manos de fuerzas represivas
coordinadas en el llamado
Plan Cóndor de
las incipientes dictaduras,
quedan pocos recuerdos
de aquel militar que
gobernó Bolivia
apenas diez meses, entre
el 7 de octubre de 1970
y el 21 de agosto de
1971.
Torres
fue asesinado el 1 de
junio de 1976, tras
ser secuestrado
el día anterior
en un suburbio de Buenos
Aires, y su cadáver
apareció con
huellas de haber sido
torturado.
Emma
Obleas de Torres, la
viuda, que después
sería senadora,
recuerda hoy, en declaraciones
a dpa, que "fueron
los momentos más
difíciles"
que atravesó
en su vida.
Explicó
la falta absoluta de
las garantías
mínimas que debía
haberles otorgado el
gobierno argentino,
"por una especie
de cerco
que se había
construido en torno
al general Torres y
por el
permanente hostigamiento
de la dictadura banzerista"
(del general
boliviano Hugo Banzer).
"Una
vez producido el secuestro
de mi esposo, el ministro
del
Interior argentino tuvo
la osadía de
insinuar que podría
tratarse de
un auto secuestro y
que, en consecuencia,
su gobierno se tomaría
el tiempo necesario
para iniciar cualquier
investigación,
cuando los
minutos o hasta los
segundos resultaban
vitales para intentar
salvarle la vida"
agregó la mujer.
Tras
el asesinato, Emma Obleas
reclamó el cuerpo
al gobierno del
entonces dictador argentino
Jorge Rafael Videla,
que había asumido
en marzo de 1976 mediante
un golpe de Estado,
pero el militar no
autorizó las
honras fúnebres,
prohibió que
se invitara a nadie
e
instruyó que
la víctima fuera
velada en un recinto
militar.
La
mujer no aceptó
y trasladó los
restos a México,
donde reposaron
en el Panteón
Civil de Dolores hasta
su repatriación,
en 1983, por
gestiones de la Central
Obrera Boliviana (COB)
a iniciativa de los
mineros y con acuerdo
del gobierno constitucional
del presidente
Hernán Siles
Suazo y el congreso
boliviano.
Torres
vivió unos cinco
años en Buenos
Aires como un ciudadano
común, sin protección
especial por ser militar
y ex jefe de Estado
y,
según algunos
testimonios, vivía
sencillamente, compartiendo
comidas típicas
y veladas con algunos
de sus compatriotas,
particularmente los
exiliados políticos.
A pesar
de aquellas actitudes
poco comunes, actualmente
son muy
pocos los que se acuerdan
de él y mucho
menos de su perfil político,
de su impronta como
gobernante, de sus ideales
o de su legado político.
Wilbert
Espada, ex docente que
ha sido dirigente de
la comunidad
boliviana emigrada en
Argentina y hace 15
años que vive
en el país,
dijo que "en líneas
generales, Torres fue
una de las banderas
militares que luchó
por la democracia después
de tantos años
de
dictadura".
Reconoció que
el ex presidente "tuvo
muy poca ascendencia
entre la comunidad boliviana
residente en Argentina,
aunque tuvo contactos
más estrechos
con los exiliados políticos".
"Se le recuerda,
pero no como una imagen
viva, fuerte, presente
siempre", confiesa
Espada.Sin
embargo, repasando la
historia contemporánea
aparecen algunos puntos
comunes de aquellos
principios que intentó
imponer Torres en Bolivia,
con los que sostiene
hoy el presidente Evo
Morales, especialmente
en lo relativo a la
necesidad de construir
un país incluyendo
a las mayorías
indígenas, siempre
despreciadas y olvidadas.
Uno
de sus hijos, también
llamado Juan José
Torres y que ha sido
diputado, coincidió
que "si bien son
procesos distintos,
desde el
punto de vista de tiempo
y del mismo espacio,
tienen muchas raíces
en común".
Torres
dijo a dpa que "hay
muchos elementos que
hacen parte de
tareas inconclusas que
quedaron pendientes
en la construcción
del
Estado boliviano y que
imagino que el presidente
Evo Morales
obviamente está
tratando de reencauzar
y retomar".
Recordó
que "otra de las
tareas importantes del
general Torres era
preservar, mantener
y controlar los recursos
naturales por parte
del
Estado boliviano, cosa
que durante estos 20
años de democracia
no se materializó
y lejos de ello más
bien se enajenaron la
mayoría de
estos recursos, debilitando
la economía y
las condiciones básicas,
estructurales para consolidar
al país".
"En
estos momentos se está
empezando un proceso
aparentemente en esa
dirección"
precisó el hijo
del ex presidente.
Su
madre, en cambio, comentó
que con la llegada de
Evo Morales al
gobierno en su país
"se ha dado inicio
a un nuevo ciclo histórico
y
político".
"En
mi concepto, uno de
los aspectos más
importantes de este
proceso es que el cambio,
como nunca antes, se
está dando hasta
ahora en paz y en democracia,
respetando el Estado
de derecho y los derechos
humanos".
Y auguró
que "las oportunidades
son muy grandes, el
pueblo
boliviano ha hecho su
aporte con una alta
dosis de sacrificio,
ahora
todo depende de que
los conductores estén
a la altura del reto
histórico".
El
proceso que había
iniciado Juan José
Torres, desde la
presidencia de Bolivia,
no estaba inscripto
dentro de un proceso
democrático electoral,
formal, pero no parecía
una dictadura de corte
fascista como las que
empezaban a incrustarse
en los países
sudamericanos. "Bolivia
gozaba de plenas libertades
democráticas",
remarca su hijo.
A propósito
de este 30 aniversario
del asesinato de Torres,
Cayetano Llobet, analista
político y periodista
boliviano, comentó
también a dpa
que el protagonismo
político de aquellos
años no lo
tenía Torres,
sino la llamada "Asamblea
Popular".
Era
un movimiento que encabezaba
el líder sindical
Juan Lechín
Oquendo, que se proponía
tomar el poder e iniciar
un proceso
revolucionario hacia
el socialismo.
"Hay
una anécdota
muy interesante, pues
se supone que Juan Lechín
en ese momento estaba
intentado tomar el palacio,
pero llegó Torres
y tomó el palacio.
Enseguida se produjo
una reacción
popular favorable, tanto
que él salió
al balcón y le
dijo a la gente: ‘No
voy a jurar mi cargo
de presidente ante un
crucifijo sino ante
el pueblo‘, cosa
que hizo efectivamente...".
Según Llobet
"en ese momento
el conflicto era otro.
El conflicto
no pasaba por el palacio
de gobierno, pasaba
por una suerte de
insurgencia popular
que se había
consagrado en lo que
se llamó la
Asamblea Popular, donde
creíamos que
estábamos constituyendo
una suerte de soviets
para esperar la esperar
la instauración
del
socialismo".Con
el derrocamiento de
Torres, se liquidó
también la asamblea
popular y accedió
al gobierno la dictadura
de Hugo Banzer Suárez,
que duró casi
ocho años.
Sobre
el legado de Torres,
el periodista y analista
boliviano
afirmó que "paradójicamente,
no tenía una
gran significación
política".
"Fue un militar
que, visto por otros
militares, en este
caso Hugo Banzer, podía
ser una alternativa,
pero políticamente
Torres no significó
gran cosa en Bolivia"
enfatizó.
De todas formas, Llobet
considera que el asesinato
en Buenos Aires
fue "absolutamente
inútil",
ya que "no tenía
un peso político
que
hubiera merecido ese
final".Con
el derrocamiento de
Torres y su posterior
asesinato, se truncó
un proceso democrático
que apuntaba a poner
fin a la permanente
inestabilidad institucional
de Bolivia. Quedó
archivada una nueva
Constitución
política del
Estado, documento que
sus familiares han rescatado
y que permanece inédito.
En estos tiempos soplan
nuevos vientos en Bolivia
y serán ellos,
los propios bolivianos,
quienes decidirán
si el general olvidado
merece algún
lugar en la historia.
dpa
lb/cc mv
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